La Guarura, sistema comunicacional libre y militante

Suena la Guarura con su largo toque de tristeza por el asesinato sumarial en manos de los perros santanderistas del imperio del Comandante Alfonso Cano. Alguien nos dijo que La Guarura tiene tres toques en la tradición de la costa venezolana, el toque de alabanza, por las victorias de justicia y las alegrías colectivas, el toque de convocatoria, para reunirnos en el espacio de la palabra colectiva y el toque de tristeza, porque el llanto colectivo también es un canto, como el jayetchi de la nación wayuu, como el llanto de sus mujeres en sus velorios. Llora la Mar y llora el cielo, llora el monte y toda la tierra junto a los pueblos, porque nuestro llanto colectivo y natural es una fiesta más, donde dejamos constancia de que la muerte es  una variable del egoismo, donde dejamos constancia de que para los pueblos, la muerte no existe.

Alfonso Cano pudo en otra historía ser un gran maestro e investigador social de nuestros pueblos, un padre de familia ejemplar. Pero a el y a muchos y muchas de su pueblo se les negó la posibilidad de la alegría sencilla y tuvieron que salir a recrearla a forjarla.

Sin embargo a el igual que a vari@s de sus compañer@s de lucha, tuvieron la posibilidad de elejir una vida más tranquila, dando la espalda a la indignidad e injusticia a la que la oligarquía colombiana condenó a los más humildes, incluso tuvo la oportunidad de elejir una escapatoria, una salida para evitar el peligro elejido al comprometerse para siempre con el destino colectivo de su pueblo, pero no la tomó. Eligió cómo partir de esta vida y cumplió su destino de servicio y dignidad rebelde.

Sin embargo para Alfonso Cano y creemos que es así para la mayoría de nosotros en este camino no andamos para morir, sino para vivir plenamente, la muerte no es nuestra fuerza, no es nuestro argumento.

Para nuestros ancestros, olvidados por la pequeña ciencia de la dominación, la muerte no existe. Es así que Cano al igual que nuestros padre libertadores, Nariño, Policarpa, Bolivar y Zamora, fieros e implacables guerreros, nunca dejaron de soñar con el tiempo del amor y el tiempo de la paz, y como no pudieron vivirlo, lo hicieron presente en su forma de vivir, el amor en la guerra, la lucha por la paz, pensar la paz, fabricar la paz ahora, sembrarla y amararla a cada instante, compartirla de inmediato en cada uno de nuestros actos.

Volvemos a recordarnos en este toque de tristeza que la apología de la guerra es el argumento comercial del sistema de dominación capitalista e imperial, el nuestro es la música, la rebeldía ante la guerra misma, la dignidad.

También le recordamos a los que ilusoriamente creen que la paz y la soberanía puede consturirse sólo en el mesquino espacio de la politica gubernamental, ilusos de la chequera rentista, que han despreciado cien veces antes de que cante el gallo de esta hora el trabajo de hombres como Alfonso Cano. Que pierden en mucho el tiempo si tiene que justificar con el silencio acuerdos vergonzosos como los firmados en Cartagena; si tienen que entregar al Maestro Julián Conrado, ignorando hasta los más elementales protocolos de la justicia más formal, cuando deberían darle el trabajo del maestro Abreu, ya que según se ve no se puede otra cosa en el gobiernito de la Capitanía General Petrolera que repartir cheques y dar empleos.

La mejor canción para el Ché la dijo uno de los cubanos más prodijosos del siglo veinte, José Lezama Lima para recordarnos desde que ciencia resistimos, para que cada sacrficio, cómo el del Ché y de Cano, nos permitan sembrar la Paz como verdad compartida, fraguada en la ciencia del pueblo: de el se esperaban todas las saetas de la posibilidad, ahora se esperan todos los prodijios de la ensoñación.

Que suene la guarura de la resurreción inmediata de todos los guerreros del Sol.

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