“Decía el Viejo Antonio que son muchos los ingredientes para que el pan que muchos llaman futuro se cocine”
Esto decía el difunto Sup Marcos en sus desaparecidos Relatos del Viejo Antonio.
Dedicado con mucho cariño a Diana Itzu
Breves palabras del Paisano.
Nunca supe el verdadero nombre de El Paisano, sólo que así le llamábamos todos: Paisano. Él era un viejo campesino que llegó a la ciudad de Maracaibo huyendo de la pobreza que vivía en el campo; esto, muy a pesar de la fe que, según él, había puesto en el nombre con que bautizó el pequeño fundo que durante la Reforma Agraria de Rómulo Betancourt había obtenido. Él lo llamó: “El Porvenir de Venezuela” al recibir la Prenda Agraria de manos del Ministro de Agricultura y Cría, y del Presidente del Instituto Agrario Nacional, autoridades únicas para la aplicación de la Reforma.
Pero, el hecho es que pocos años después, el Paisano y su familia no pudieron soportar más el hambre, la falta de agua, de caminos, de semillas, de hospitales cercanos, de todo lo que en sus discursos, tanto el Presidente de la República, el Ministro de Agricultura y el Presidente del Instituto Agrario Nacional, repetían una y otra vez como discurso aprendido pero vacío, ausente en la realidad.
La cosa es que el Paisano no pudo ni siquiera vender la propiedad, pues, a fin de cuentas, esa tierra en verdad, no era suya, sino del Estado; pero además, nadie compraría un fundo que dependía de la voluntad de la lluvia para crecer algún pasto o semilla, sobre todo, porque la lluvia había decidido irse definitivo de esos lugares donde a pocos kilómetros se deforestaba buscando petróleo o carbón. El Paisano, a fin de cuentas, entendió que su deseo y voluntad sólo formaron parte de un acto para los espectadores alejados de su miseria.
Atraído por su historia, un buen día seguí las coordenadas que el Paisano me dio acerca de la ubicación del fundo y, en efecto, pude llegar al lugar donde una casa a punto de caer se desvencijaba en la sequía. Un jagüey seco con el suelo de barro descascarándose a pedazos, un palo de bramadero clavado en el centro de lo que alguna vez fue lugar de herraje de reses ya desaparecidas y, el letrero pintado con brocha gruesa rezando: El Porvenir de Vene_ue_a, así, pues, los adobes de la “z” y la “l” ya habían caído del desbaratado muro.
Pues, bien, ese día, creo que fue el 23 de mayo de 1974 (o tal vez fue el 24), me encontré con mis compañeros de lucha en casa del Paisano porque apenas me habían puesto en libertad luego de haber estado preso en lo que llamaban Retén de Maracaibo o Cárcel Nacional, luego de haber sido apresado por protestas que hicimos en la comunidad cuando el gobierno decidió cerrar la escuela de nuestros niños porque no tenía servicio de red de cloacas y, antes que instalar la red de cloacas en la comunidad, el gobierno decidió dejar a nuestros niños sin escuela.
El hecho es que a nuestra salida de la cárcel, nos reunimos en casa del Paisano a planificar nuestras nuevas acciones. Él sólo escuchaba mientras vigilaba el café que su esposa había puesto a calentar para nosotros; por eso, iba y venía del fogón a la enramada donde hablábamos de nuestra experiencia en la prisión, de cómo enfrentar al gobierno y su poder con algo más que una protesta sino con una “revolución” (tales eran mis palabras); entonces, el Paisano pidió la palabra y sólo nos dijo: “Paisanos, yo no sé pa’dónde van ni a dónde van a llegar, lo que sí les aconsejo es que, pa’dónde vayan, no carguen con las mismas piedras en la mochila”.
En verdad, no fue sino hasta muy recientemente que pude entender lo que nos quiso decir el Paisano.
I. La diferencia entre ideología y libertad verdadera.
Antes de ayer, ayer, hoy, en Venezuela, algún joven va a morir a manos de las Fuerzas Armadas Bolivarianas de Venezuela. El Ministro del Interior dirá de inmediato que su muerte ha sido prácticamente un suicidio; el Defensor del Pueblo, casi sin que el Ministro termine su discurso, corrobora su palabra y abunda en ejemplos históricos de suicidios parecidos y aprovecha las cámaras para acusar a estos jóvenes “suicidas” de cualquier acción que ponga en riesgo su vida y la de sus familiares.
Apenas antes de ayer, ayer, y, hoy mismo, los miembros del Tribunal Supremo de Justicia, presidido por un elemento que siendo efectivo de la policía política del Estado fue juzgado por el asesinato de una persona en su poder policial, y que ahora es acompañado en sus funciones criminalmente legales por un antiguo miembro de las bandas armadas del Partido de la Democracia Cristiana en sus tiempos de estudiante de la Facultad de Derecho de La Universidad del Zulia pero que, hoy ha resultado ser un consumado “revolucionario” de “izquierda”, pero que gusta de jugar a los naipes en Casinos de Las Vegas pagados con dineros del pueblo; o por elementos que ni siquiera mostraron títulos como abogados pero que apoyan al gobierno en todo lo que el gobierno crea necesario que decidan; de tal manera que, ayer, hoy, orita mismo, estos sátrapas deciden que cualquier rebeldía de cualquier joven en las calles, debe ser juzgada por tribunales militares, o ser lanzados a enloquecer o morir en las “tumbas”: celdas construidas tres metros bajo tierra en los cuarteles de la policía política en Venezuela.
Escasamente antes de ayer, ayer, hoy mismo, a la Ministra de Prisiones se le acusa de sacar de la cárcel elementos criminales de la delincuencia común que, uniformados por la Guardia Nacional sean quienes hagan el trabajo de matar a mansalva a nuestros jóvenes rebeldes disparándoles desde la azotea del edificio del propio Tribunal Supremo de Justicia, no importa que sea frente a las cámaras de televisión, porque, a su parecer, quienes en las calles resisten no son gente, no son humanos, pues, se trata de niños de 17 a 22 años “miembros de una derecha internacional que busca que el imperialismo norteamericano venga a invadir a Venezuela” en una especie de deseo y petición desesperada de una posible Bahía Cochinos que pueda justificar sus crueles y sanguinarios crímenes.
Oritamente, antes de ayer, ayer, mero mero hoy, la empresa petrolera venezolana PDVSA parece haber descubierto nuevos pozos no precisamente de petroleo, sino de cocaína; por eso, por lo menos dos barcos de la petrolera venezolana han sido atrapados por la Armada española en las inmediaciones de Islas Canarias y un camión cisterna que debía cargar gasolina, ha sido atrapado por el propio Ejército venezolano transportando toneladas de la misma droga. Todos aquí, en Colombia y en Europa saben a quien pertenecen los cargamentos y nadie lo dice, pero mero mero hoy, sin cámaras de televisión de por medio, sus propietarios han supuestamente entregado las armas en Colombia pero no así el negocio que, a fin de cuentas, siguen realizando desde Venezuela con el apoyo logístico de la principal empresa del estado venezolano y de las Fuerzas Armadas Bolivarianas de Venezuela. (Jamás pensó el Libertador que su nombre serviría como nominación de un cartel de drogas en nombre de la libertad).
Finalmente, apenitas oriticamente mismo, las madres de este país, esas que tienen que hacer la fila para ver qué encuentran en el mercado, conversaban acerca de lo que la OEA podía decidir en beneficio de parar esta masacre de niños en las calles de Venezuela. Puro sueño de opio de nuestras mamacitas, pues, ellas nada saben de política internacional, ellas nada entienden como un gobernante en Bahamas, Haití o cualquier isla del Caribe desconocida por ellas, jamás entenderá su sufrimiento de vivir en una fila para ver qué puede comprar, pues, ese gobernante sólo espera que el gobierno que diariamente asesina algún niño hijo de alguna de sus compañeras de fila, le envíe petróleo a cambio de su voto en la OEA; ellas piensan así porque, ciertamente, ellas siempre andan sin piedras en la mochila y no entienden que a los gobiernos representados en la OEA les vale madres si Maduro nos declara la guerra con su ejército, sus tanques, sus fusiles y sus sukoi, que bien puede matar a todos nuestros jóvenes de 17 años en nombre del “internacionalismo proletario”, por demás aplaudido por el Caricom, la UNASUR, Atilio Borón, Enrique Dussell o Ana Esther Ceceña afanada en buscar firmas en apoyo a tal crimen. Así, matar día a día a toda una generación y a ellas mismas, es decir, a un pueblo desarmado sin que nadie se de por enterado o escuche sus gritos de muerte, es el principio fundamental de eso que llaman “diplomacia de los de arriba”; porque ni ellas ni los muchachos rebeldes que pelean palmo a palmo en una intifada de piedras contra fusiles no son de “izquierda” (ergo, merecen ser asesinados), ni cuentan con ideólogos y filósofos harto reconocidos como de “izquierda”, que les piensen siquiera como seres humanos, o manque sea se pregunten, en verdad, qué está pasando en Venezuela.
Por eso es que hoy, oritica mismo, es que he logrado entender lo que el Paisano decía en su lección que nos dio ese día. No hay nada más pesado que la mochila que cargamos con las piedras de aquello que creemos explica la realidad que pretendemos ver mirándola a través de la sólida estructura de las piedras con las que cargamos nuestra mochila. Es por eso que, entiendo que, a lo sumo, todos los que antes nos hablaban de “humanidad” y de “derechos humanos”, con respecto a la matanza de jóvenes en Venezuela, el hambre de Venezuela, la muerte por falta de medicinas en Venezuela, quieren mostrarse, por lo menos, como neutrales, o se abstienen de opinar, de decir, aunque sea mañana, tras mañana o el año que viene que van casi los 100 muchachos de 17 a 22 años muertos por el gobierno, ¡vergación! Algo pasa en Venezuela y, ciertamente, lo que pasa no puede ser visto a través de las piedras que cargan en sus respectivas mochilas ideológicas.
II. Cuando hasta la Derecha quiere ser Izquierda porque, en verdad la izquierda es la otra mano de la derecha.
La frase “capitalismo popular” la escuchamos en medio de la crisis política en Venezuela. La expresión, incomprensible y teóricamente insustentable, formó parte de la campaña electoral de María Corina Machado quien, mediante una especie de artilugio lingüístico intentaba aproximar a los sectores populares a la aceptación de la naturalización del liberalismo económico capitalista como estado positivo (esto en términos de Augusto Comte).
Sin embargo, tal exabrupto conceptual en función de un plan o programa político cuyo propósito era la suma de sectores populares a la lucha al lado y en respaldo de sus supuestos enemigos tradicionales, no difiere en nada de frases como “minería ecológica”, “explotación minera sustentable” o “minería ecosocialista”, esta vez, se trata de frases con las que el Estado-gobierno “revolucionario”, “bolivariano” y “socialista”, ha buscado naturalizar la apropiación de la naturaleza, la desterritorialización colonialista de las comunidades indígenas originarias en territorio venezolano y su liquidación efectiva por cuanto, es su muerte definitiva la que contribuirá a la creación de la “nueva sociedad socialista”, pues, definitivamente no estará en manos de los pueblos indios sino de “superdotados” y “eternos” líderes como Chávez o sus yernos e hijos herederos.
Como vemos, un espacio inclusivo entre dos esferas supuestamente contradictorias se produce, de tal manera que las diferencias sólo permanecen en una superficialidad conceptual, pues, en el fondo, ambas coinciden en la liquidación de cualquier noción, idea o concepto radicalmente opuesta a la naturalización de la expropiación de la naturaleza en función de su dominio y explotación, ya de factores capitalistas o del Estado “ecosocialista”. Dicho de otra manera, se trata de semioesferas (en términos de Yuri Lotman), supuestamente originadas en perspectivas sólo ideológicamente diferenciadas pero que, a fin de cuentas, se superponen una y otra vez sin que se produzcan transformaciones radicales, pues, se trata de ondas generadas en el mismo estanque de agua podrida. De allí que, no puede generar asombro alguno que alguien hable de “capitalismo popular” desde la derecha, así como tampoco debe extrañarnos que se hable de “minería ecológica y ecosocialista” desde la izquierda.
En verdad, lo verdaderamente terrible es que, al final, no hay que tener dos dedos de frente para visualizar el proceso por el que la “izquierda” asume como natural las bases conceptuales y el proceso económico de lo que podría considerarse como el horizonte económico de la “derecha” y, al mismo tiempo, cómo factores representativos de la “derecha” se proponen la reconstrucción conceptual del liberalismo económico como parte de un proceso “natural” o “naturalizado” por el que, históricamente, todos los pueblos han de transitar, precisamente, por ser natural; de tal manera que la idea de un “capitalismo popular” se hace posible como expresión de una especie de conversión de la “derecha” en “izquierda”. ¡Chalee! (diría un chilango).
En todo caso, cuando la derecha quiere ser “izquierda” o, viceversa, cuando la “izquierda” quiere camuflarse en los programas económicos de la “derecha” aunque hable de “imperialismo”, “capitalismo salvaje”, etc., al tiempo que negocia con los factores del gran capital financiero la entrega de vastos territorios indígenas para su explotación minero-extractiva en contra de los pueblos dueños de esos territorios; todo ello justificado en nombre de una “revolución” y de un sui generis “anti-capitalismo” que las comunidades indígenas, al parecer de la “izquierda en el gobierno”, no pueden comprender, ya que sólo son piezas a ser sacrificadas en el contexto de la transformación social que “el socialismo” impondrá como proceso históricamente irreversible e indetenible”, no importa que en ese proceso sólo los indios mueren o desaparecen, pues, ello siempre será en favor de la supuesta “nueva sociedad” en la que, ciertamente, ya no tendrán por qué existir como pueblos diferentes.
Pero la vaina es que, no de balde y, tercamente, los indios han logrado sobrevivir a más de 500 años de expropiación, despojo, miseria y muerte impuesta y ejecutada desde el colonialismo y de la colonialidad republicana de la derecha y de la izquierda, porque ellos resisten, pues, sentipiensan y actúan sin piedras en su mochila, es decir, analizan, interpretan y acuerdan acciones desde su presente, lo que en modo alguno quiere decir que olviden su pasado de hambre y muerte sino que, libres de toda ideología que no sea el sentipensar de sus propias comunidades, sus decisiones políticas no están atravesadas por la presencia de piedras en la mochila sino en virtud de la imperante necesidad de reconfigurarse en el presente de acuerdo a la persistencia de su cosmovisión y cosmovivencia milenariamente heredada de sus ancestros; por ello, su acción política siempre estará mucho más allá de cualquier acción de la “izquierda” de la “minería ecológica” y mucho más allá de la derecha del “capitalismo popular”.
No obstante, debemos reconocer, que han sido muchos los años durante los cuales las mochilas de nuestros pueblos han sido cargadas con las pesadas piedras ideológicas y políticas de sus opresores; algunos de ellos, hasta hoy siguen siendo considerados por los pueblos indígenas como aliados de sus luchas, por lo que tanto a ellos como a nosotros nos cuesta desprendernos de la pesada carga que sobre nuestras espaldas cargamos pero que, además, ellos se atreven a trasladarla a nosotros como peso propio de nuestra lucha lo que, en efecto, resulta realmente inaceptable, no sólo por el peso que ello supone en sí mismo, sino porque en el fondo se trata de la vía por la que ellos se atribuyen a sí mismos la capacidad de interpretarnos desde sus propias piedras ideológicas como si por nosotros hablaran o como si tales piedras nos interpretaran a nosotros.
III. Añunmein/ayounakein: Colonialidad y desindianidad/ indianización nosótrica y descolonialidad.
Ahora que, todos los pueblos originarios siempre han contado con la posibilidad social de que un sujeto miembro o no de la cultura, tenga la posibilidad de formar parte del sentipensar nosótrico sin que por ello deje de pertenecer al origen de donde se desprende su corazón. Para decirlo en términos del pueblo añuu, cualquiera añuu o no añuu puede llegar a formar parte de la mano que somos como comunidad; sin embargo, para ello, el sujeto debe librarse de las piedras que supone conforman su espíritu y que, ciertamente, pesan en el corazón de su historia personal.
Esta posibilidad se empareja con su contrario significativo, es decir, un sujeto propiamente añuu, igual puede desarraigarse de sí mismo y del nosotros comunitario, de tal manera que, el hecho de nacer de un vientre añuu no te hace añuu eternamente, pues, eso depende, sobre todo, no del hecho genético como piedra en la mochila, sino del hacer social del sujeto como parte de la comunidad así no haya nacido en ella. Es por ello que contamos con los términos Añunmein y Ayounakein, esto es, añunmein señala a aquel añuu cuyo corazón se ha maleado y, por tanto, se ha desarraigado del nosotros comunitario, es decir, se aleja del nosotros y por ello la comunidad debe hacer grandes esfuerzos en su recuperación; sin embargo, la decisión de regresar al nosotros siempre corresponde a su propio espíritu. Por el otro, Ayounakein nos habla de lo contrario, pues, nos señala a aquel extranjero que adquiere o se hace del corazón de nosotros, esto es, se asume como parte de la mano que somos y por lo que a partir de ese momento deja de ser un extraño, y es asumido por la comunidad como uno más del nosotros, no importa cual haya sido el vientre de donde emergió al mundo.
Esto, más que un dato “antropológico” o “etnográfico”, lo ponemos sobre la mesa con todo el sentido político que nuestra realidad actual amerita, pues, a lo que queremos hacer referencia es al hecho de que los pueblos indígenas nunca han sido sociedades cerradas (tal como históricamente han sido acusadas), y en momentos en que los Estados nacionales y sus gobiernos de arriba resultan incapaces de asumir a los otros y asumirse a sí mismos más allá de sus intereses de poder particulares y momentáneos lo que, sin lugar a dudas liquida cualquier noción de comprensión de la humanidad de los otros desde la más elemental condición humana, la perspectiva indígena abre la posibilidad de una otra sociedad sin piedras en la mochila. Por supuesto, no faltarán las acusaciones sobre el supuesto idealismo de la visión indígena del mundo y de las relaciones con los otros, es por ello que filósofos de izquierda se atreven a pedirle hoy al gobierno venezolano que sauqe todo su poder de fuego para “aplastar militarmente a todos los niños y ancianos rebeldes que se le oponen”, pues, están convencidos que sólo la liquidación total de esta población (cerca del 80%), es lo que hará posible la continuidad de una “revolución” que cada día se le hace más difícil de transitar a los protagonistas que la conducen, pues, el peso ideológico de lo que cargan y de lo que intentan eliminar es demasiado contundente, casi inamovible.
En fin, estamos convencidos que es posible una relación entre todos los diferentes, creemos que podemos como pueblos indígenas proponer un otro horizonte ético a todas nuestras sociedades; pero, ciertamente, para que un ayouna alcance la consideración de ser ayounakein ha de librarse de todo el peso de las piedras de poder que ha creído lo han sostenido siempre como un ser sólido, pues, sólo en la solidez material cree, y sustituir tal pesada convicción por la simple idea de ser un corazón libre de todo peso le resulta un abominable idealismo que lo devuelve a un pasado olvidado por la sociedad moderna; sin embargo, es a esto a lo que consideramos como verdadera decolonialidad.
Vale decir, para nosotros, muy a pesar de todos los discursos críticos sobre y contra la modernidad occidental que desde lo que llaman el pensamiento decolonial se han producido como inteligentes visiones de nuestra realidad latinoamericana, ninguno ha sido capaz de subvertir la realidad de una colonialidad sustentada por las piedras de la derecha y de la izquierda en todo el continente, y, esto es así, puesto que sin una “indianización” de los sujetos y de sus acciones políticas, económicas, culturales, etc., será imposible subvertir la colonialidad, esto es, y hablando en sus términos, generar acciones verdaderamente decoloniales, esas donde pesa más la necesidad y lucha de los pueblos que la supuesta ideología del Estado-gobierno que los somete y asesina; esas donde nuestras economías no las define el “mercado mundial” y nuestra supuesta condena a ser eternos productores de commodities sino el intercambio de acuerdo a nuestras particulares necesidades y esperanzas; esas que no se definen por las políticas públicas para favorecernos como desvalidos y eternos clientes de los Estados-gobiernos, sino como seres auténticamente autónomos, libres, y sobre todo, sin piedras en nuestras mochilas.
IV. Mensaje final o Moraleja.
No hace mucho tiempo atrás, apenas unos pinches 500 años, nuestras voces, nuestras formas de ver y vivir el mundo fueron dadas por muertas porque, tal como hoy, los Guardias Nacionales “Bolivarianos” de ese tiempo creyeron matar nuestros corazones y sentipensares en toda Abya Yala, sólo por haber logrado matar a nuestros más aguerridos jóvenes guerreros, nuestro Nigale entre todos ellos. Pero no fue así, en la muerte de nuestros jóvenes aprendimos a resistir. A lo largo de todo este tiempo que llaman de la colonialidad republicana hemos sobrevivido a las más férreas dictaduras militares de la derecha en Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, a las miserias de sus democracias representativas en Colombia, México o Bolivia y, hoy, a la corrupción, hambre y crimen de los llamados gobiernos progresistas de izquierda en Brasil, Nicaragua o Venezuela; por eso, hoy podemos decir que no hay máscara que usen que pueda cubrir su rostro de muerte para todos los de abajo; porque a los de abajo: indios o no indios, negros o campesinos, pescadores ribereños o habitantes marginados de las grandes ciudades, les toca construir otro mundo porque ese mundo es posible; pero, para ello, es necesario descargar nuestra historia personal y colectiva de las piedras con que nuestras mochilas han venido siendo llenadas con conceptos, teorías e ideologías generadas por quienes siempre nos han dominado y sometido. Lo que proponemos no es fácil; pero igual hemos aprendido que la libertad fácilmente otorgada realmente no existe; por eso, parafraseando a nuestro Argimiro Gabaldón, sabemos que el camino que proponemos es ciertamente duro, pero no igual sabemos que no hay otro camino si en verdad queremos ser definitivamente libres.