José Ángel Quintero Weir
Porque la Patria y los patriotas nos han negado
sólo la Matria, a pesar de ellos, nos pare, y nos cobija.
Nunca supe su historia personal, pues, nunca me atreví a preguntar por qué la Vieja Catalina no faltaba en el Pabellón No. 5, asignado a los presos por “rebelión militar” en la Cárcel Nacional de Sabaneta en Maracaibo; por eso, todos los días jueves y domingos, ella estaba allí, solidaria, escuchando y apoyando en su pobreza y escacez, la pobreza y escacez de todo preso.
Porque fue allí donde la conocí. Para mí era una tarea de militante del PRV-FALN que me asignó Alí Gómez (“El Curita”), como parte de mis responsabilidades dentro del partido; pero ella, ¿por qué?, ¿por qué era incluso más constante y precisa los días de visita? Nunca lo supe.
En ese pabellón No. 5, no recuerdo ya con precisión, había muchos presos, y, entre todos ellos, estaba Felipe Rojas, el nombre que yo debía dar a la entrada al Guardia que registraba mi ingreso, me interrogaba acerca de mis vinculaciones con el preso visitado, mandaba a que revisaran lo que llevara, y me auscultaran en toda mi vestimenta antes de darme el pase de ingreso. Eso yo lo vivía sólo los domingos, y no todos los domingos, pues, cuando había una otra actividad del Partido, pues, Felipe no podía recibir mi visita, pero sí la de Catalina, pues, ella nunca faltaba.
Entre todos los presos que en ese Pabellón No. 5 estaban, destacaban Jorge Rodríguez, Miguel Angel Díaz Zárraga, José Zabala (por un breve tiempo), y nuestro Felipe Rojas. Más adelante llegaron otros, no necesariamente guerrilleros, como un tal Pedro Ruiz que provenía del MAS, y mucho más adelante, nuestro hermano Tito Nuñez del Movimiento Ruptura. Quiero decir, el Pabellón 5 de la Cárcel Nacional de Sabaneta nunca estuvo vacío y nunca le faltaron visitantes, pues, si los vinculados a las organizaciones de los presos iban o no, la que nunca faltaba era la Vieja Catalina.
Por sólo decir mencionar un personaje, en el periodo que me tocó esa tarea dentro del Partido, yo nunca vi a ningún familiar de Jorge Rodríguez, lo que bien puede explicarse; pero, en todo caso, nunca nos fue impedida la visita; al punto que, muchas veces, los visitantes, al momento del ingreso a la cárcel, dábamos el nombre del preso que nadie había visitado. Tal orientación, por cierto, nos la indicó la Vieja Catalina.
Hoy, no nos es posible entender cómo un gobierno que se precia de “revolucionario”, que cuenta con el aval académico, intelectual y político de seres casi propietarios del llamado “pensamiento crítico” como Atilio Borón y Ana Ester Ceceña (siempre sentados en primera fila a la diestra del padre gobierno), los familiares, amigos, o militantes no puedan visitar a sus presos, y, por supuesto, mucho menos, viejas como Catalina que, sin ser familiares o correligionarios del preso, lo hacen sólo por justicia del que está preso. Alguna justificación podrán enarbolar para sustentar tal despropósito; muy probablemente se deba a que yo esté o sea un hombre desfasado, es decir, fuera de tiempo; sin embargo, y a pesar de que sabemos que para todo carcelero ningún preso tiene “derechos”, en algún momento llegamos a pensar de que en un proceso “revolucionario” los presos de los otros no tuvieran necesidad de una Madre como la Vieja Catalina, pues, ellos igual, para la “revolución” tendrían derechos.
En fin, cuando se habla del Día de las Madres, hasta los que disparan contra jóvenes desarmados o lanzan gas pimienta a viejos que decidieron protestar en las calles, publican mensajes recordando a sus propias madres como si sus madres fueran mejores que las madres de los otros a quienes nada les cuesta cegar con gas pimienta, pues, todo el que se comporta como un maldito sabe, que su madre no tiene la culpa de su maldición, pues, no hay mujer que, aún sin ser madre no sea protectora de la vida. Por eso, no escribo ni muestro una fotografía de mi madre porque sea el Día de las Madres, pues, ella sabe que no necesita que yo la recuerde sino que pueda verla; es por eso que hoy, en vez de a mi propia madre, hoy quiero recordar es a la Vieja Catalina, Madre de todos los presos que, antes de morir, ella visitó, escuchó y quiso, como si fueran sus hijos.