V. Último dedo de la historia: Donde hablamos del territorio wayuu y de la necesidad de mirar atrás para no perder el camino propio.
Si un pueblo indígena, vivo, puede sentirse orgulloso de su actual presencia y existencia en Venezuela, ese es el pueblo Wayuu, pues, es uno de los pocos pueblos indígenas que pueden decir de manera erguida que, ninguna fuerza militar conquistadora (en tiempos de la invasión europea) pudo doblegarlos o reducirlos, por el contrario, fue la acción de los wayuu la que de alguna manera condicionó la emisión real de las llamadas Capitulaciones Reales, por medio de las cuales, la monarquía española de los reyes católicos entregaron toda la región occidental de lo que actualmente es parte de la República de Venezuela, en pago de deudas a la banca alemana de la llamada Casa de los Welser que fueron, en definitiva, quienes iniciaron el proceso de conquista de la cuenca del Lago de Maracaibo.
Aunque a muchos parece una mera anécdota colonial, este punto es muy importante para la construcción de la geo-historia desde la perspectiva nosótrica wayuu, pues, en efecto, constituye sin lugar a dudas, la evidencia de que la unidad comunitaria wayuu y su puntual conocimiento de su espacio territorial hizo posible una defensa del mismo tan fuerte, como ciertamente hoy día sigue siendo fuerte su identidad, muy a pesar de los wayuu “showseros”1 que ahora abundan en las instancias del gobierno que destruye a su propio pueblo, lo que debe ser entendido como parte del proceso de naturalización de la colonialidad del poder y del saber, ahora impulsado por miembros de los propios pueblos indígenas en detrimento de sus propios pueblos y culturas.
En todo caso, fueron los wayuu quienes liquidaron a dos de los Gobernadores coloniales establecidos en Santa Marta, nombrados por el Virreinato de la Nueva Granada (hoy Colombia) cuando intentaron llegar hasta Sinamaica que, de acuerdo a la administración colonial española correspondía ser sometida por ese Gobernador y su poder. El hecho es que, ni la avanzada poblacional colonial europea en territorio wayuu en Karouya (hoy Sinamaica), ni su gobernador proveniente de Santa Marta, estaba en condiciones de imponer un poder territorial en territorio dominado por los wayuu; por eso, tanto esos gobernadores coloniales como los colonos que osaron establecerse en las salinosas tierras de Karouya, pudieron permanecer, pues, los aguerridos wayuu les enfrentaron en guerra que terminó en la muerte de sus gobernadores coloniales y la huida de los colonos; pero también, en la apropiación por parte de los wayuu de los animales domesticados que esos colonos habían traído a su territorio; de allí que, vacas, caballos, burros, ovejos, chivos y cabras, terminaron constituyendo posesión de los wayuu libres y soberanos en su territorio.
Dos versiones orales circulan entre los wayuu. Una de ellas dice que todos los wayuu se hicieron de esos animales traídos por los alíjunas y a los que ellos nombraron en su propia lengua como: ammá (caballo); püliko (burro); apaa (vaca) y Kaüla (ovejo, cabra, chivo) y, desde entonces, su fiesta dedicada a la llegada del gran padre Juyá, que antes se llamó Simiriü (tiempo de lluvia), se convirtió en el ahora conocido como Kaülayawa (Baile de la Cabrita); pero que, en todo caso, se trata del tiempo de la lluvia que hace florecer la vida en la Guajira, ya para la siembra, ya para el pasto que alimenta a esos animales ahora muy suyos.
Otra versión, pero siguiendo el miso curso histórico de la disposición de defensa territorial wayuu, es la que dice que luego de sus derrotas militares, los alíjunas coloniales lograron pactar con algunas familias wayuu un acuerdo de paz, a cambio de muchos más animales (vacas, ovejos, caballos y burrros) que, traducidas como moneda, tales familias wayuu se establecieron como una clase poderosa, capaz de negociar con dictadores y presidentes su propia permanencia como poder al interior del propio pueblo wayuu.
Pero, los alíjunas no solo trajeron animales de los que era posible apropiarse en la defensa territorial, sino que los blancos acostumbran a traicionarse a sí mismos con lo que, cada traidor puede sacar provecho para sí mismo. A esto los colonizadores le llamaron contrabando (en lengua arawaka sería algo como: Chikekü aikaa, esto es, comerciar de vuelta o, por mejor decir, la contraprestación que rodea nuestra unión); porque, la idea de maximización de la ganancia no estuvo nunca, en principio, en la mente de los wayuu; tal consideración la aprendieron de los comerciantes españoles que, por encima de la disposición colonial de no negociar con los enemigos de la Corona (Inglaterra, Francia y Holanda), eran los comerciantes españoles, especialmente en la región de la cuenca del Lago quienes violaban tal disposición sino que, aprendieron los wayuu, debían construir caminos propios para tal comercio ilegal.
Dicho de otra manera, los primeros “bachaqueros” (delito del que el gobierno alijuna de la actual “revolución” bolivariana acusa a los wayuu y a los añuu), fue inventado por los mismos alíjunas de antes y que hoy sobreviven en los Generales de la Guardia Nacional, del Ejércit y de los más encumbrados Gobernadores de Estado, Ministros y hasta de los sobrinos del Presidente de la República; solo que, los generales saben que su tiempo de posesión o control de la frontera es esporádico; por ello, durante su permanencia en la zona su acción suele ser terrible y, como es el caso de algunos oficiales que tenemos registrados para en su debido momento sustanciar apropiadamente acusaciones de delitos de lessa humanidad ante tribunales internacionales, prácticamente enloquecen de ambición, avaricia y supremacía de poder y llegan a imponerse bajo el poder de las armas y asesinar.
En todo caso, hoy día todo wayuu es; por lo menos, sospechoso de ser “contrabandista”; pero, nunca existió el contrabando en el contexto de la autonomía económica de las comunidades; vale decir, sólo la prohibición de la dignidad económica generada por la autonomía e independencia y autonomía económica comunitaria, es lo que provoca la ilegalización, desde el poder, de las acciones económicas de las comunidades de abajo (indígenas o no indígenas, eso termina por no importar desde el ejercicio del poder).
Así, pues, en el momento en que el Presidente Chávez habló (y estableció constitucionalmente), la necesidad de delimitar los “hábitats y tierras indígenas”, sólo los wayuu (en el costado venezolano) no se dieron por notificados porque, efectivamente, ya en paz como en tiempos de guerra los Wayuu siempre habían ejercido soberanía sobre su territorio, ya en Colombia como en Venezuela; por tanto, no importaba para nada lo que hoy dijera Chávez, las FARC, el ELN o Uribe. Pero, lo que los hermanos wayuu aún no han entendido es que todos los antes mencionados no funcionan en virtud de la soberanía popular sino de los acuerdos en función del poder (grande o pequeño) que, de acuerdo a la lógica del gran poder, sólo es orientado por fuerzas más allá de presidentes, gobiernos, partidos (de izquierda o derecha), en fin, tanto Chávez como Uribe sabían muy bien que lo que estaba en juego no era su propia vida sino, cómo ellos podían negociar su futuro político usando la vida de los pueblos indígenas que territorialmente son ancestralmente dueños del 60% de los “recursos” apetecidos por el gran capital mundial.
En el costado venezolano, algunas familias (eirükü wayuu), habían logrado acuerdos con los más poderosos representantes del poder alíjuna; de hecho, todos conocemos la historia de cómo un líder wayuu llegó a ofrecerle al Presidente Rómulo Betancourt un contingente de wayuu armados para liquidar a la recientemente alzada guerrilla venezolana, muy a pesar de que ese mismo líder Wayuu2 antes había apoyado abiertamente al Dictador Marcos Pérez Jiménez recientemente derrocado por el propio Betancourt. De alguna manera, el personaje en cuestión aprendió lo que, aún hoy, los alíjunas definen como “discurso de la diplomacia” que nunca ha significado otra cosa que, la negociación desde el poder el destino de los que no tienen poder, y, de manera efectiva, el ejercicio de esta “diplomacia” siempre se ejerce territorialmente o, por mejor decir, para delimitar territorialmente el poder de los negociadores.
Sin embargo, a pesar de que herederos o “showseros” wayuu, aún hoy, sostienen (sólo como show), una presencia en las estructuras del gobierno de la llamada “revolución chavista”; fue Chávez quien, muy colonialmente, hizo saber a los representantes showseros wayuu exactamente donde y quien tenía y ejercía el poder en el contexto de la globalización y se atrevió a poner a raya la soberanía wayuu sobre su territorio en el lado venezolano; pero además, fortaleció la presencia y poder de las FARC y el ELN en territorios wayuu, despojándoles de toda autonomía y capacidad de acción frente a estas fuerzas cuya visión de territorio y territorialidad los hace, ciertamente, anti-indígenas, y que por si fuera poco, se encontraban en una negociación política y de poder con el Estado colombiano en el que, éste, no podía nunca poner en duda el dominio territorial ejercido por las FARC o el ELN sobre los territorios ocupados; por tanto, doblegar el espíritu de los wayuu era vital, y Chávez lo logró con el apoyo de los showseros previamente comprados, muy baratamente.
Ahora que, es justo decir en descargo de los showseros indígenas, que sus posiciones siempre han sido respaldadas por “showseros indigenistas”, esto es, “ambientalistas”, “naturalistas”, “ecologistas” con todas sus ONGues creadas al respecto; pero sobre todo, por el discurso de los autodenominados “cientistas de izquierda” o del “pensamiento crítico” cuya crítica acaba cuando en la balanza se mide la sobrevivencia de un pueblo indígena y su territorio, confrontado con la sobrevivencia de un Estado-gobierno que, sólo discursivamente se autocalifica como de “izquierda” y hasta de “humanista”; pero que es capaz de otorgar financiamientos y grandes premios a “enardecidos filósofos y pensadores” que asentarán las bases del sometimiento de los indígenas showseros que, finalmente, se sienten sustentados por el pensar de los más poderosos.
En fin, y para no hacer más larga esta breve historia, el Decreto por el que Chávez, en 2010, convirtió a la Guajira en el costado venezolano como Distrito Militar y, por lo tanto, fuera de toda jurisdicción indígena, no fue una confrontación con el Gobierno de Alvaro Uribe, sino más bien una orientación para las negociaciones del Estado-gobierno colombiano (ya en manos de Santos), con la guerrilla de las FARC. Vale decir, Chávez estableció como principio que ningún indio en Venezuela puede hablar de territorio propio y, por tanto, todo indio está sometido al poder de quien tiene el poder.
Nadie sabe cuantos muertos wayuu han sido asesinados por fuerzas militares venezolanas. Nadie sabe cuántos niños wayuu han muerto por desnutrición. Los noticieros de la televisión colombiana, apeas se atreven a mencionar y, aún a mostrar algunas madres wayuu sólo traducidas por sus hermosas locutoras que, de inmediato pasan a hablar de Chakira o de cualquier suceso abominable; jamás profundizar el la supuesta noticia, pues, que un indio muera de hambre, a estas alturas de la colonialidad no puede ser noticia, es un hecho natural.
Vale decir, si los wayuu alguna vez fueron libres, hasta producir unos elementos showseros capaces de llegar a hablar de reinas o princesas wayuu, siempre que fueran de sus familias, hoy, luego del Decreto de Distrito Militar de Chávez, el programa de la IIRSA y los acuerdos Gobierno-FARC, por primera vez en su historia, los wayuu han sido finalmente sometidos, doblegados y vencidos y vendidos, nada menos que por la izquierda y la revolución bolivariana.
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1Showsero: anglicismo utilizado por los propios wayuu para referirse a aquellos, sus hermanos que sólo pretenden y buscan ser reconocidos por los alíjunas como representantes de los wayuu, muy a pesar de que, muchos de ellos (comenzando por la propia Ministra de los Pueblos Indígenas), que se presentan como wayuu, ni siquiera hablan su propia lengua materna; eso sí, visten mantas wayuu tan engalanadas que, todos saben, ninguna wayuu pobre puede llegar a usar. Dicho de otra manera, el “Showsero” es aquel o aquella indígena que se presta al “show” televisivo, mediático y, por eso mismo, jamás puede ser considerado como expresión de la palabra verdadera de la comunidad, no importa que sea Ministra o Presidenta de la Asamblea Nacional, es sencillamente, “showsera(o)”, alguien que solo busca aparecer en la pantalla sin otro propósito que su propio “ego”.
2Este líder es realmente inolvidable para los propios wayuu, pues, en tiempos de la llamada “colonización de la región del sur del Lago” fue el más beneficiado económicamente pero también, al acumular un distinguido poder político obtenido al ser capaz de vender como esclavos a sus propios hermanos y hermanas wayuu pertenecientes a clanes más pobres o, que antes habían sido vencidos en guerras entre clanes.