El final de la lucha entre izquierdas y derechas y la necesidad de la Voz Autónoma del tercero excluido.
José Ángel Quintero Weir
Sólo cuando nuestro corazón habla el cuerpo se estremece. El que sueña, en La última leyenda.
Dedicado con el más profundo respeto a Boaventura de Sousa Santos.
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Contextualización.
Lo primero que debemos decir es que el presente texto resulta de la necesidad imperante de hablar, de no poder seguir guardando silencio, pues, ciertamente, ante la confusión de nuestra realidad venezolana en la que, evidentes delincuentes con prontuario criminal pueden ser limpiados de sus crímenes por la voluntad del primer mandatario nacional y convertirlos en proveedores de Justicia Suprema, no sería “tan grave” o, por lo menos, sería comprensible en el contexto de la búsqueda de permanencia en el poder, sino que se hace grave cuando, académicos e intelectuales asumidos como lo más preclaro del pensamiento crítico, humanista y de izquierda, lo justifican, precisamente, a partir del hecho de que tales criminales están al servicio de la permanencia en el poder de quien verbalmente se asume como gobierno de izquierda o revolucionario.
Así, hace tiempo que habíamos decidido no opinar más, sobre todo, porque internacionalmente comenzamos a sentir la presión del silencio y, en términos de la “lucha Libre”, “la puesta de espaldas” que amigos comenzaban a ejercer sobre nosotros, no sólo poniendo en duda nuestras apreciaciones, sino solicitando la cancelación de invitaciones que, para ellos, algunos “desprevenidos”, aún se atrevían a hacernos. Por decir un ejemplo, la penúltima vez que estuve en México fui invitado por algunos profesores de la Facultad de Economía de la UNAM, quienes, llegaron a definirse en algún momento como “zapatistas-pejistas”. Por supuesto, tal bodrio ideológico resultaba inaceptable para los zapatistas, sobre todo, cuando era el PRD (del Peje-López Obrador) en Chiapas, y en los territorios zapatistas quienes planificaban, dirigían y ejecutaban los más terribles planes de división, confrontación y paramilitarismo en contra de las comunidades zapatistas y del EZLN. Ni hablar de Oaxaca.
En todo caso, los mencionados profesores, ya cuando me disponía a regresar a Venezuela me invitaron a un supuesto encuentro con estudiantes de la Facultad de Economía; en verdad, se trataba de dos de sus tesistas cuyos trabajos versaban acerca de Venezuela y, por supuesto, la “revolución bolivariana” “anti-imperialista”, y todos los etcéteras que el lector quiera sumar.
La invitación fue más bien una especie de celada en la que, estos sabios de la economía “socialista” querían confrontar y desencarnar a este “derechista”, “anti-bolivariano” y “anti-chavista” que andaba peregrinando sus ideas “contra-revolucionarias” por América Latina, y, por supuesto, ellos, “zapatistas-pejistas”, no sólo estaban destinados a confrontarlo sino a liquidarlo con el poder de la ciencia económica y académica, nada menos con dos de sus más preparados pupilos tesistas quienes, además, acababan de regresar de una estancia de “investigación” en Caracas.
La cosa es que casi un año después fui invitado por estudiantes del posgrado de Estudios Latinoamericanos de la UNAM a un Congreso sobre Pedagogía Crítica a realizarse en la Facultad de Ciencias Políticas. Debo decir, que fue la UNAM quien me envió los boletos aéreos; sin embargo, a la hora del evento, esos estudiantes que se atrevieron a invitarme realmente no encontraban su propio rostro, pues, algo pasaba. El hecho es que me habían pagado un boleto altamente costoso, que representaba por lo menos casi seis meses de mi sueldo como Profesor Titular de la Universidad del Zulia en Venezuela, para que yo dijera, en 10 minutos lo que ha representado una lucha de cerca de 20 años por nuestra Educación Autónoma en las comunidades indígenas de Venezuela.
Ningún profesor del mencionado posgrado se acercó, no a escucharme a mí, sino a sus propios alumnos; en fin, sentí el más profundo desprecio de quienes, luego, en medio del debate, pusieron de manifiesto su verdadero pensar: representábamos una visión profundamente crítica de eso que se ha pretendido exponer como la visión de un gobierno “revolucionario”, “anti-imperialista” y de “izquierda”, atacado por la derecha y por los “traidores” (como yo) venidos de la izquierda.
Antes de terminar esta contextualización absolutamente necesaria, no puedo dejar de mencionar como recuerdo en nuestro accionar político en Venezuela, que a finales de los 60 y comienzos de los 70, nuestra labor como militantes de las FALN, era visitar legalmente, a los presos políticos en la Cárcel Nacional de Maracaibo. En verdad, las FALN sólo tenía allí a un preso (Felipe Rojas), quien purgaba una condena de 15 años por rebelión militar, los demás presos pertenecían a otras organizaciones políticas como la OR (Organización de Revolucionarios), entre los que se encontraba Jorge Rodríguez, padre del hoy Alcalde del Municipio Libertador en Caracas y dirigente máximo del Partido de Gobierno, quien, para ese tiempo debía ser un niño que, años después, perdió a su padre al ser asesinado por la policía política en la tortura luego de haber sido entregado por quien, posteriormente, Chávez nombró Vice-Ministro de Cultura de la “Revolución Bolivariana”.
En fin, y para no hacer más largo esta contextualización; de lo que queremos hablar es acerca de la debacle conceptual, política e ideológica de eso que, hasta ahora, conocemos como “pensamiento crítico”, “humanístico de izquierda”, sobre todo, cuando le metemos la lupa en las circunstancias políticas actuales. Por sólo mencionarles un último ejemplo, hasta el momento en que esto escribo (enero 19 de 2017; 4:43 pm), han sido reportados 90 niños wayuu muertos por desnutrición en La Guajira colombiana; sabemos de otros tantos en el costado venezolano, pero nos es imposible ofrecer cifras, pues, para la “revolución bolivariana” es “contra-revolucionario” que los médicos ofrezcan cifras de todos los niños que mueren de inanición, o de las madres wayuu que mueren en los partos. En todo caso, las cadenas de televisión colombianas (RCN; El Tiempo, entre otras), mediante hermosas mujeres vestidas como para ir de bodas, reportan, como si cualquier cosa, que otro niño wayuu ha muerto por hambre, y, de inmediato, pasa a las noticias del espectáculo, no sin antes anunciar que los acuerdos de paz con las FARC van viento en popa, que los guerrilleros de este grupo están recibiendo, como fue el compromiso, unos 600 dólares diarios, algo así, como mi sueldo de dos años y medio como Profesor Titular de la Universidad del Zulia en Venezuela, pues, actualmente, el mismo es de 20 dólares mensuales. Esto lo digo porque, en efecto, yo tengo ese sueldo miserable, pero lo tengo, ahora imagínense a las familias wayuu, perseguidas por el gobierno colombiano, venezolano y las guerrillas (FARC y ELN); definitivamente, están muriendo de mengua en medio de la celebración de la izquierda y la derecha por los acuerdos de Paz (que más bien deben ser denominados como de Requien in Pax de los wayuu).
Finalmente, queremos dejar claro que el presente texto (que esperamos sea nuestra última palabra acerca de este asunto), no busca tocarles la llaga a los de la “izquierda” (aunque ciertamente será casi imposible no hacerlo), porque nos hayamos pasado a la derecha, tal sería una haragana interpretación no necesariamente atribuible a la muchedumbre, a “las masas”, ni siquiera a los gobernantes de izquierda o derecha quienes suelen utilizarla para descalificar su planteamiento; sino que quienes más la usan son, precisamente, intelectuales muy bien y académicamente formados en el “saber de la ciencia social, filosófica y política”, tipos y tipas que pueden recitar textos completos de Kant a Marx y escribir largos tratados de filosofía de Liberación sin la liberación de los pueblos; en fin, si dependiéramos de estos sujetos, definitivamente, hasta los zapatistas estuvieran jodidos, mucho más nosotros los indios venezolanos que, no hemos logrado (aunque en esas andamos), levantarnos como los zapatistas y decir, ¡Por el amor de Dios, ya basta!
Así, pues, ya deben saber por dónde va la vaina con este escrito, porque lo cierto es que no va ni por la derecha, pero tampoco por la izquierda, sino por la necesidad de hacer visible la voz de esos terceros excluidos de cualquier idea de liberación como si no existieran, o como si toda liberación fuera exclusiva y sólo posible de ser prodigada desde la misma colonialidad del poder y del saber, sea esta de derecha o de izquierda; de tal manera que la voz no escuchada hasta ahora y de la que los zapatistas son nuestros más evidentes voceros (que no Evo Morales y, mucho menos, el MAS de su Vicepresidente por mucho que citen a Marx o a Lenin), en tanto que, hablan desde el corazón de un pensar otro mundo realmente posible en donde, hasta ellos, los traidores, puede que quepan (si en verdad recuperan su condición humana).
Vale decir, cuando la derecha y la izquierda nos pretenden ofrecer este momento como una nueva confrontación de estos dos supuestos exclusivos mundos, nosotros, indios, sabemos que ellos hablan de cómo zanjar sus diferencias de poder a partir de nuestra definitiva liquidación como pueblos y, sobre todo, como posible voz que los demás pobres no indios puedan aferrarse y proponerse a seguir en función de la construcción de una muy otra sociedad.
Advertimos, finalmente, que muy probablemente no llegue a usar lo que la academia tiene como muy metodológicamente preciso, el llamado “aparato crítico” (nunca he entendido por qué se trata de un aparato que entiendo como mecánico), y del que tanto gustan los lectores de revistas científicas y académicas; sin embargo, desde ya, y para bajar la neurosis de cualquiera, confieso de antemano que muchas de las ideas que aquí expresaré tiene autores previos, que no me estoy fusilando a nadie sino que actúo de acuerdo a lo que políticamente nuestros pueblos consideran correcto, es decir, toda palabra que nos ayude a recuperar nuestra mano de lucha es valedera y para nada importa su nombre, pues, todo nuestro saber se ha levantado históricamente en el perfecto equilibrio entre el renombre (keini) adquirido por quien es capaz de crear un elemento transformador de nuestra existencia y, al mismo tiempo, por el individual apaciguamiento de su renombre (keitita) que el mismo sujeto realiza para que su creación sea en verdad palabra de todos en la comunidad. No me adueño, pues, de la palabra de los otros, ni siquiera de la mía que, justamente ahora y después de haberlos claramente advertido, les comenzaré a exponer como homenaje a Boaventura de Sousa Santos, aunque muy probablemente, él no la apruebe, pero sabemos que lo llevará a lo que nosotros llamamos ayunka amo e’inkarü (pensar con el corazón), y de seguro sabrá explicar desde otra perspectiva lo que es pensar (ayunka) desde una epistemología del sur.