428486_565299860176757_2033294413_n

05/07/2013

Víctor Andrés Gómez Rodríguez

«[es] producir una hegemonía diferente a la producida por la cultura del capitalismo, y que ha de penetrar la totalidad social en forma de sentido común […] constituye un punto tan esencial como olvidado: el proyecto del marxismo no es para el proletariado, sino para el conjunto de la sociedad. El marxismo no echó su suerte con los obreros «por ponerse del lado de los humildes», sino por representar el epítome de la relación de explotación contenida en el par capital-trabajo asalariado. El marxismo es un pensamiento, una política, sobre la libertad […] su tema es la emancipación humana, no sólo la mayor o menor pobreza acumulada.”

                                       Julio César Guanche.

La gente mejora bastante. Posibilidades de trabajo; se gana más. Se come mejor, mi mujer está gordita –no obesa-, el chama mide dos centímetros por encima de su edad. Hay atención médica gratuita y se puede estudiar, aunque por lo general uno prefiere salir a buscar los “reales” contantes y sonantes. Perder tiempo estudiando ¿para qué? Nosotros siempre hemos sido muertos de hambre de “pata en el piso”.  Y ¿si esto se cae mañana y en vez de acumular chavos, perdimos el tiempo estudiando “cosas”? Vuelve lo de antes y ya uno está más repuestico para aguantar. Lo sabroso de la vida sale de los “malos” que siempre han vivido bien y mandando. Dicen que están a punto de volver… ¿hasta cuándo puede durar el baile de nosotros “la chusma diligente”?

Ahí es donde está el tremendo dolor de ombligo del problema con la hegemonía. ¿Alguien sabe qué es un dolor de ombligo? Peor que el de cordal… Te dobla. Y si eres mujer es mucho peor que el parto. Porque alumbras nada.

La hegemonía capitalista es el peor dolor de ombligo en el cordal, que se siente como el más doloroso de los partos, porque siendo uno un muerto de hambre lo único que alumbra es miseria, líos, problemas siempre en beneficio de la hegemonía del que provoca el dolor. Y al final tienes que darle las gracias (al capitalismo) por dejarte respirar por lo menos, con ese dolor.

El cambio de hegemonía capitalista a la hegemonía socialista, no el socialismo de Zapatero (que jamás ha reparado un zapato de alguien) ni el del “cierto-socialismo” latinoamericano (que es un paseo por el parque para regresar al mismo sitio); es un cambio radical mucho más complicado que todo lo dicho antes. Es el último y definitivo dolor de ombligo con parto de cuatrillizos en strike. Y no puede haber marcha atrás, porque sería ese dolorazo para regresar al mismo dolor.  Por eso uno tiene que estar decidido a avanzar; siempre. Que no quiere decir mandarse a correr literalmente.

Porque:

a)      La hegemonía es una mezcla pendular entre consenso y coacción en la sociedad, que malamente se resuelve a tiros o con un bombazo, sino con estrategias culturales.

b)      Quien tiene el dominio cultural tiene la hegemonía, porque puede convencer a la mayoría de que lo que él dice es lo que hay que hacer y vivir. Entonces la hegemonía es cultural, y a su vez clasista.

c)      De suyo, por eso, el capitalismo tiene la hegemonía bien guardada en el bolsillo de su ropa interior, la promueve, la ostenta, pero nunca la “enseña”; porque es trucada en función de mantener a la burguesía como el ideal a perseguir, incluso por los excluidos –pata en el piso, que no “subirán” ni propulsados por un cohete-, porque el consenso está en que la burguesía sea admirada como “la sustancia de lo que se espera” cada vez que uno va a la Iglesia burguesa y le soplan un “cuento chino” por el oído de que en el más allá vivirá como un millonario porque en el presente se está “sacrificando” para que los “buenos” que mandan (burgueses y sus acólitos) tengan lo suyo y todo lo de nosotros, sin compartirlo con nadie; es que ellos se lo merecen. No hay que pelearse con nadie, solo admirar lo “bello” y sufrir decentemente, para que esa hegemonía capitalista de vez en vez nos lance una mirada lánguida de agradecimiento. No importa que uno se muera de hambre o de encabronamiento; ellos siempre, conmovidos, lo agradecerán (sic. Obama and Drones).

d)     Tener la hegemonía es ser dueños del “saber cómo”. Por eso quien manda es el único que “sabe”, y el que decide quién puede llegar a saber un poquito de lo que él “sabe”. Pero los “pata en el piso” somos brutos y “nacimos” sin posibilidades biologizadas de “saber cómo”. Así es que somos brutos naturalizados étnicamente oscuros, es decir: naturalmente brutos (a la cañona). Los “inteligentes” que mandan, dicen que si soñamos con tener la hegemonía nos dará un dolor de cabeza tan grande que se nos reventará como un melón. Hay que aguantar si nos matan o nos morimos. Adiós a la hegemonía de los “pata en el piso”.  ¡Obediencia eterna a la burguesía! Y todo en paz (capitalista).

Pero un día nos volvemos “locos”, hacemos una revolución social y de pronto estamos sentándonos en la hegemonía. ¡Por dios! La burguesía echa candela por la boca de su ultraderecha, gritando que el mundo se viró al revés en forma de terremoto, y que ellos tienen que rescatar el equilibrio del mundo, de la democracia de ellos, que es la de “verdad”; que todo lo demás es salvajismo porque ellos son los dueños; dictado por la divina providencia. Pero, ¡oye chico, qué buena es la hegemonía cuando uno la controla! De pronto uno trabaja y va alcanzado el dinero para vivir normal, empieza uno a usar zapatos en sus patas en el piso. Comienza a estudiar el “saber cómo”, y descubre que lo puede reajustar en beneficio de la mayoría que no tiene nada. Y que puede hacer con ella cosas mejores y más justas que la de los burgueses y su ultraderecha. Y que no hay que fajarse porque una sea catira y el otro negro, porque el pelo sea de diferente textura, porque uno es maestro y el otro tornero. O por la diferencia de credos. Desde donde uno es –diferente- todo el mundo tira para todo el mundo. Facilito –al menos en apariencia-, emerge una hegemonía anticapitalista. Pero la ultraderecha no se va de viaje a la Antártida ni a Júpiter; seguirá jodiendo la pava: porque injustamente les arrebataron lo que era “suyo”, que el peor de los suyismos, porque los antes “pata en el piso” no saben qué es vivir en democracia y eligen para que los represente a cualquier mulato que se crea cosas, o a algún guagüero tan bruto como ellos. Porque las cosas buenas de la vida salen del capitalismo para ser disfrutadas y posesionadas por capitalistas; porque cuando pasa alguna tragedia humana –como una muerte-, entran en sus “ceremonias salvajes” que anulan a los próceres del capitalismo. Y entonces la ultraderecha se ve obligada, violentamente, a actuar como si ellos también fuesen salvajes -¿de dónde rayos salió la violencia capitalista?-, metiendo tánganas[i] y matando a algunos de esos “salvajes” que están comiendo, vistiendo, adquiriendo y trabajando más decentemente de la cuenta, teniendo hijos con asistencia médica gratuita. Cuando llega ese momento es que tomamos real conciencia de que tenemos la hegemonía, es decir, cuando hay que salir a defenderla al precio que sea. A defenderla de ellos; y de nosotros mismos, que a veces imitamos a aquellos que nos jodían, porque creemos que la hegemonía incluye ciertas imitaciones de la antigua dominación. Porque hay quien se cuela disfrazado de humilde. Pero nunca hay que morder la mano de la hegemonía propia, menos si justa y democrática.



[i] En Cuba altercados graves.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.